Panque de mantequilla, una receta de panque casero, suave, esponjoso, húmedo y súper fácil

Hay recetas que llenan la casa de un aroma cálido y reconfortante.

El panqué de mantequilla es una de ellas: simple, clásico y con ese encanto casero que invita a cortar una rebanada apenas sale del horno.

Si alguna vez te ha parecido difícil lograr una miga suave o un dorado parejo, aquí descubrirás que con buena organización y cariño, este panqué se convierte en una receta confiable que siempre sale bien.

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Ingredientes para hacer panqué de mantequilla

Antes de comenzar, organiza todo. Tener los ingredientes listos y medidos es el primer paso para disfrutar el proceso sin prisas.

Este panqué se prepara con elementos básicos, fáciles de encontrar, y algunos sustitutos útiles si quieres experimentar.

Base clásica

Perfecta para un panqué húmedo, suave y aromático. Marca tus casillas mientras preparas tu mise en place:

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120 g de harina de trigo todo uso
30 g de maicena o leche en polvo
4 g de polvo de hornear
¼ cucharadita de sal
110 g de mantequilla sin sal, a temperatura ambiente
40 g de aceite vegetal neutro
140 g de azúcar blanca
1½ cucharadita de extracto de vainilla o 10 g de azúcar vainillada
40 ml de leche tibia
3 huevos medianos

Versión rendidora

Si vas a hornear para toda la familia o planeas vender, esta fórmula amplía el rendimiento sin complicar la textura.

El secreto está en batir bien los huevos y controlar la temperatura del horno.

450 g de harina de trigo
1½ cucharada de polvo de hornear
300 g de azúcar blanca
250 ml de leche
240 g de mantequilla derretida, a temperatura ambiente
6 huevos
Pizca de sal

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Ambas versiones comparten algo esencial: el equilibrio perfecto entre mantequilla, azúcar y tiempo de horneado.

De esa armonía nace la miga tierna y el sabor que todos reconocemos como “casero”.

Procedimiento paso a paso

Hacer un panqué de mantequilla no se trata solo de mezclar, sino de entender el orden y la intención de cada paso.

Aquí aprenderás el proceso completo, desde la primera mezcla hasta el enfriado, con la tranquilidad de que nada se perderá por el camino.

Preparar el horno y los secos

Comienza precalentando el horno a 165 °C si harás la versión tradicional o a 180 °C si usas la rendidora.

Engrasa tu molde y, si puedes, cúbrelo con papel para hornear.

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Tamiza la harina, maicena, polvo de hornear y sal.

Este gesto tan simple asegura una miga más ligera.

Acremar mantequilla, aceite y azúcar

Coloca la mantequilla y aceite en un bowl. Bate con energía hasta que la mezcla se vea clara y esponjosa.

En este punto, el aire es aliado: es lo que hará que el pan suba y quede suave sin hundirse.

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Agregar vainilla y huevos

Incorpora la vainilla. Luego añade los huevos uno a uno, batiendo solo hasta que se integren.

Evita hacerlo rápido; la paciencia evita que la mezcla se corte o se vuelva densa.

Intercalar los secos y la leche

Agrega la mezcla de harina en tres partes y la leche tibia en dos, comenzando y terminando con harina.

Usa una espátula o la batidora en velocidad baja, solo hasta que no veas grumos.

No sobrebatas: ese es el secreto de miga tierna.

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Verter la mezcla y preparar el molde

Vierte la masa en el molde, llenando tres cuartas partes.

Alisa con una espátula y traza una línea de mantequilla suavizada a lo largo del centro: así se abrirá bonito al hornearse, formando la clásica grieta de panadería.

Horneado y prueba del palillo

Hornea durante 50 a 60 minutos, dependiendo del molde y del tipo de horno.

Cuando el aroma a mantequilla y vainilla inunde tu cocina, es momento de revisar: inserta un palillo en el centro, y si sale limpio, ya está listo.

Reposo y enfriado

Deja reposar el panqué dentro del molde por cinco minutos antes de desmoldar.

Luego colócalo sobre una rejilla aireada para que el aire circule y no se humedezca por debajo.

Espera al menos treinta minutos antes de cortar para que conserve su forma y humedad.

Cómo decorar mi panqué de mantequilla

Una vez que tu panqué está dorado, aromático y completamente frío, llega el momento más bonito: darle un toque final.

Decorar no significa cubrir, sino resaltar su textura y hacerlo aún más apetitoso.

Cada opción aporta algo distinto: brillo, aroma o contraste visual.

Elige según la ocasión o tu antojo del día.

Azúcar glass

Si te gusta lo clásico, nada supera un toque de azúcar glass.

Solo espera a que el pan esté completamente frío, tamiza una capa ligera sobre la superficie y deja que caiga como una nevada suave.

Este acabado realza el dorado del panqué y le da un aspecto delicado, ideal para la hora del café.

Chocolate derretido

Para los días más golosos, el chocolate es aliado.

Fúndelo a baño María hasta lograr una textura fluida, luego deja caer hilos finos desde el centro hacia los bordes.

Cuando se enfría, forma una capa crujiente y aromática que combina perfecto con la vainilla.

Glaseado simple

Si quieres un acabado brillante, mezcla azúcar glass con unas gotas de leche o agua hasta conseguir una consistencia suave, ni muy líquida ni espesa.

Vierte con una cuchara en forma de hilo y deja que caiga naturalmente.

En pocos minutos se seca y deja un brillo bonito que se mantiene varios días.

Línea de mantequilla antes del horno

Este truco se hace antes de hornear, pero merece un lugar aquí porque da el toque visual que distingue a los panqués bien hechos.

Con una manga o cuchillo fino, traza una línea delgada de mantequilla suavizada justo por el centro de la masa antes de meterla al horno.

Esa línea marcará por dónde se abrirá el panqué, creando una grieta perfecta y un aspecto de panadería profesional.

Panqué de vainilla para casa vs para vender

El propósito con el que horneas cambia muchas decisiones: no es lo mismo preparar un panqué para disfrutar en familia que hacerlo para ofrecerlo al público.

Ambos comparten la base de mantequilla y amor, pero difieren en textura, tiempo y presentación.

Panqué para casa

Si lo haces para casa, el objetivo es el placer total: un pan húmedo, con aroma intenso a vainilla y una corteza dorada que cruje ligeramente.

La versión tradicional, horneada a 165 °C, tiene una miga más fina y uniforme.

Es perfecta para acompañar con una taza de café, té o leche caliente en la tarde.

Panqué para vender

En cambio, cuando lo preparas para vender, buscas constancia y rendimiento.

La versión rendidora a 180 °C te da más volumen y porciones sin perder sabor.

El batido con huevos y azúcar crea una textura aireada ideal, para moldes pequeños o individuales.

Así puedes hornear varios a la vez, reducir tiempos y mantener una presentación uniforme.

Consejos de rentabilidad

Convertir una receta tradicional en un producto rentable no es complicado si llevas un control claro y mantienes la calidad.

Estos pequeños ajustes hacen la diferencia clave entre cocinar por gusto y cocinar con propósito.

  • Usa moldes del mismo tamaño para que todos los panqués se horneen parejos.
  • Calcula el costo real de cada pan, incluyendo ingredientes, energía y empaque.
  • Prefiere decoraciones simples y repetibles, como glaseado blanco o azúcar glass.
  • Etiqueta con sabor, fecha y recomendaciones de consumo: da confianza y profesionalismo.
  • Vende por porciones individuales o medias piezas, según el tipo de cliente.

Recuerda que un panqué bien hecho siempre se vende solo.

El aroma y textura hablan más fuerte que cualquier anuncio.

Si logras estandarizar tu receta y mantenerla constante, tendrás un producto que siempre invita a volver por más.

Métodos de conservación del panqué

Después de todo el trabajo y el aroma que llena la cocina, vale la pena cuidar tu panqué para que se mantenga fresco y delicioso durante más tiempo.

La clave está en cómo lo enfrías, cómo lo guardas y cuánto tiempo esperas antes de cubrirlo.

Aquí te explico las mejores formas de conservarlo según tus necesidades.

Temperatura ambiente

Si planeas disfrutarlo pronto, puedes dejarlo fuera del refrigerador hermético.

Guárdalo en un recipiente hermético o envuélvelo con papel film cuando esté completamente frío.

Así conservará su humedad natural y su aroma a mantequilla por uno o dos días, dependiendo del clima.

Evita cubrirlo si aún está tibio, ya que el vapor atrapado puede ablandar la corteza.

Refrigeración

Si vives en un lugar cálido o quieres extender su duración, refrigéralo bien.

Colócalo en una caja o recipiente bien sellado para que no absorba olores ajenos de otros alimentos.

En estas condiciones, tu panqué se mantiene en buen estado hasta cinco días.

Cuando vayas a comerlo, déjalo reposar media hora a temperatura ambiente o calienta unos segundos en microondas para recuperar su suavidad.

Congelación

Para quienes preparan lotes grandes o panqués para venta, este método es el más práctico y eficaz.

Corta el panqué en rebanadas, envuelve cada una en papel film y guárdalas dentro de una bolsa hermética.

Congélalas por hasta tres meses.

Para descongelarlas, pásalas al refrigerador la noche anterior y luego deja que lleguen a temperatura ambiente.

El resultado es casi idéntico al recién hecho.

Transporte y presentación

Si lo llevarás a otra casa o entregarás pedidos, el empaque correcto hace toda la diferencia.

Usa cajas rígidas o moldes con tapa, coloca una base de papel encerado para evitar que se deslice y asegúrate de que el pan esté completamente frío antes de taparlo.

Si tiene glaseado, espera a que se seque para que no se pegue al empaque.

Un panqué bien empacado conserva su forma, su brillo y ese toque casero que tanto gusta.

Hacer un panqué de mantequilla es más que seguir pasos: es una experiencia.

Empieza con la simple mezcla de harina y mantequilla, y termina con el momento en que cortas la primera rebanada y el aroma llena la casa.

Cada vez que lo horneas, no solo haces un pan; creas hogar. No hace falta ser experto para lograrlo.

Solo un poco de atención en los detalles: medir bien, no apresurar el horneado y dejar enfriar sin prisas.

Ese equilibrio entre técnica y cariño es lo que convierte un postre común en algo memorable y especial.

Y cuando lo compartes —ya sea con tu familia o con tus clientes—, descubres que cada panqué lleva una historia dulce, un aroma y una intención.

Porque al final, más que un dulce, estás horneando felicidad.

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Fabiola Valdez

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