¿Los celos son buenos o malos?, ¿Cuándo si y cuando no?

Hay emociones que nos hacen sentir que el mundo se detiene y que cada fibra de nuestro ser está en riesgo.

Los celos son, sin duda, una de ellas.

Una marea de sentimientos que nos confronta con nuestros miedos más profundos y nos hace cuestionar no solo a la persona que tenemos al lado, sino también el valor que nos damos a nosotros mismos.

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¿Qué son realmente los celos y de dónde surgen?

Es natural sentir curiosidad por lo que nos mueve.

Los celos son una emoción compleja, una especie de alarma interna que se activa cuando sentimos que una relación valiosa, ya sea con nuestra pareja, un amigo o incluso con un logro personal, se encuentra bajo amenaza.

Es una mezcla poderosa de miedo a perder, inseguridad y la inevitable comparación con los demás.

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Desde la perspectiva de la evolución, podemos entender de dónde vienen.

Antiguamente, los celos funcionaban para proteger los vínculos y la descendencia, asegurando la supervivencia del grupo.

Sin embargo, en el mundo de hoy, ese mismo instinto puede convertirse en una trampa emocional que nos aprisiona.

Para que no sea un obstáculo, es crucial aprender a diferenciar los celos de la desconfianza extrema o el deseo de posesión, algo que a menudo confundimos con amor.

Hemos sido condicionados a creer que los celos son una prueba de amor.

Nos han enseñado a pensar que si tu pareja no te cela, no te ama lo suficiente.

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Esto nos lleva a ideas como "si no eres celoso, no te importo" o "si no me cela, es que no me quiere."

Un hombre me contó en una sesión que su pareja pensaba que él no la amaba porque no la celaba.

Le daba la libertad de vestirse como quisiera y si otros hombres la miraban en la calle, él no decía nada.

Esta idea de que el amor es sinónimo de celos y posesión es un grave error.

Nuestra noción del amor está completamente distorsionada por el instinto de posesión.

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El instinto de posesión es la creencia de que algo o alguien nos pertenece.

Cuando lo aplicamos a una relación, estamos negando la individualidad de la otra persona.

Si creemos que nuestra pareja es nuestra, la estamos reduciendo a una cosa, a un objeto, a una posesión.

Esto es volver a una mentalidad de esclavitud, y no tiene nada que ver con un amor sano.

El verdadero amor no ata ni controla.

Cuando realmente amamos a alguien, le damos la libertad de ser quien es y de elegir por sí mismo, incluso si eso significa que algún día pueda decidir no estar con nosotros.

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Es un riesgo, sí, pero es la base de una relación auténtica y respetuosa.

La delgada línea entre celos normales y celos patológicos

Para no caer en la trampa del control, es vital saber en qué punto se encuentran los celos que sentimos.

Los celos, como cualquier emoción, no son intrínsecamente buenos o malos, pero su intensidad y la forma en que los manejamos determinan si son funcionales o disfuncionales para nuestra vida.

Por ejemplo, los celos normales son una respuesta emocional que nos dura solo un momento.

Aparecen ante una amenaza real o percibida, pero son pasajeros y no toman el control de nuestra vida.

Nos invitan a mirar dentro de nosotros, a reflexionar sobre nuestros miedos e inseguridades, y nos motivan a tomar acciones constructivas para fortalecer nuestro vínculo.

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Una persona que experimenta celos normales es capaz de manejar la situación y no se deja dominar por la emoción.

Acepta que su pareja es una persona independiente, con la capacidad de tomar sus propias decisiones, incluso si le duele pensar que podría elegir a alguien más.

Después de un tiempo de adaptación, puede superar la pérdida y seguir adelante.

El polo opuesto son los celos patológicos.

Estos son obsesivos, descontrolados e irracionales.

Aumentan la intensidad y la frecuencia de los pensamientos intrusivos y de las conductas de control.

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Un ejemplo que nos puede sonar familiar, es el de una pareja en la que un miembro de la pareja, sin tener ninguna prueba, está firmemente convencido de la infidelidad del otro.

A esto se le conoce como celotipia o síndrome de Otelo.

El nombre viene del famoso drama de Shakespeare, donde el personaje de Otelo, al verse en la situación de celos delirantes, asesina a su pareja por una supuesta infidelidad que jamás ocurrió.

Este tipo de celos son un verdadero delirio, donde la persona interpreta cualquier señal irrelevante como una prueba definitiva de infidelidad y se niega a aceptar lo contrario, incluso si se le presenta evidencia que lo demuestre.

En este nivel, los celos se convierten en acoso, control excesivo y, lamentablemente, en violencia.

El celoso o la celosa revisa constantemente el celular de su pareja, sus correos, le hace visitas sorpresa y le prohíbe cosas como salir solo o usar cierta ropa.

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En estos casos, la persona que los sufre sabe que lo que hace no tiene sentido y que no tiene justificación en el exterior, pero aun así, no puede dejar de tener pensamientos obsesivos y de vigilar a su pareja.

Estas sospechas y la búsqueda de pruebas generan un alto nivel de angustia.

Tanto es así que este tipo de comportamientos son una de las principales causas de abusos físicos y psicológicos.

En estas situaciones es esencial que la persona entienda que no se trata de una reacción normal, sino de una enfermedad que requiere ayuda profesional.

Si bien es cierto que el amor puede hacernos sentir que somos uno con nuestra pareja, los celos nos recuerdan que, en el fondo, somos seres independientes con miedos y heridas propias.

Comprender de dónde vienen esos sentimientos desbordados es el primer paso para poder sanarlos.

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Los orígenes profundos de los celos incontrolables

Muchas veces, creemos que los celos que sentimos son causados por la otra persona.

Pensamos que sus acciones, su forma de ser o incluso la gente con la que habla son la raíz de nuestro malestar.

Pero la verdad es que la mayoría de las veces, esta es una creencia errónea.

Nuestros celos incontrolables no tienen nada que ver con nuestra pareja.

Al final, ella o él puede tener una personalidad coqueta o ser más sociable, pero los celos que sentimos no son culpa suya.

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Estos sentimientos nacen al 100% de nuestras propias inseguridades.

Son un reflejo de nuestra baja autoestima, la cual se ha formado a través de los traumas que cargamos desde hace mucho tiempo.

Estos celos incontrolables nos revelan heridas del pasado que necesitamos sanar para poder vivir un amor pleno y sano.

Una herida de abandono

Puede que, a lo largo de tu vida, alguien que era importante para ti te haya abandonado.

A menudo, esto sucede en la infancia, con una figura paterna o materna.

Este impacto te dejó con un miedo profundo y constante a ser abandonado nuevamente.

Cuando esta herida no está sanada, cualquier pequeña acción de nuestra pareja se interpreta como una señal de un posible abandono.

Esto nos hace crear un estado de ansiedad y un deseo de aferrarnos a la persona, por miedo a que se vaya.

Es como si viviéramos en un constante estado de alerta, esperando lo peor.

La herida de abandono nos susurra que no somos lo suficientemente buenos para que alguien se quede con nosotros.

Una herida de rechazo

Similar al abandono, la herida de rechazo también puede ser la culpable de nuestros celos.

Si en algún momento de tu vida te sentiste insuficiente, quizá en tu círculo de amigos o en tu familia, esa sensación se queda grabada en tu ser.

Cuando esta herida se activa en una relación, nos sentimos en la necesidad de demostrar constantemente que somos dignos de amor y de aceptación.

Y al final, lo único que buscamos es que nuestra pareja nos confirme que somos suficientes.

Cualquier señal de atención hacia otra persona se vive como un rechazo directo hacia nosotros, como si no tuviéramos el valor necesario para ser la única persona que se ama.

La codependencia

Estas heridas del pasado nos llevan a crear una fuerte codependencia en nuestras relaciones.

Empezamos a creer que no somos nadie sin nuestra pareja.

Nos convencemos de que no podemos vivir bien, que no seremos felices si no estamos con ella.

Esta creencia es un grave error que nos hace perder nuestra autonomía y nuestra individualidad.

La codependencia nos hace creer que la felicidad y el bienestar dependen totalmente de otra persona.

Al final, los celos son el miedo de perder a esa persona en la que hemos depositado toda nuestra felicidad, nuestra autoestima y nuestro sentido de valor.

Estos sentimientos que acabamos de describir son los que nos llevan a crear escenarios ficticios en nuestra mente, en los que nuestra pareja nos engaña.

Es esa voz interna la que nos dice que si no nos ha llamado, debe estar con alguien más.

A esto me refería al principio, cuando te decía que el problema no tiene nada que ver con la otra persona, sino con nuestras heridas.

Cómo los celos tóxicos destruyen la relación

Cuando estamos atrapados en este ciclo de celos incontrolables, no solo nos hacemos daño a nosotros mismos, sino que también causamos un daño enorme a nuestra pareja y a la relación.

Es crucial entender que los celos no solo alejan a nuestra pareja, sino que también la obligan a vivir en un constante estado de tensión.

El celoso, al no encontrar paz, siempre piensa que lo están engañando o que no le están diciendo la verdad, y esto lo lleva a comportamientos tóxicos, como los que ya mencionamos.

A su vez, estos comportamientos tóxicos generan un ambiente de desconfianza.

¿Y qué pasa cuando no hay confianza?

La pareja se vuelve un campo de batalla.

La persona que es celada empieza a sentir que la relación es una carga, que no tiene libertad y que, no importa lo que haga, siempre va a ser culpable.

Se vive en un estado de alerta constante, en donde no puede ser ella misma, y con el tiempo, esto causa un agotamiento emocional.

La relación se vuelve insostenible y termina por romperse.

Es una profecía que nosotros mismos estamos construyendo, porque en el intento desesperado de que la otra persona no se vaya, terminamos haciendo todo lo posible para que se aleje.

Estos comportamientos tóxicos pueden manifestarse de la siguiente manera

📱 Inspección constante: Es cuando uno de los dos revisa el celular, las redes sociales, el correo electrónico o incluso las pertenencias de su pareja sin que ésta lo autorice. Esta conducta nace de la desconfianza y puede parecer “normal” o “por cuidado”, pero en realidad vulnera la privacidad del otro y es una forma de control que puede escalar fácilmente.

🔍 Interrogatorios exhaustivos: Consiste en cuestionar repetidamente a la pareja sobre dónde estuvo, con quién, por qué tardó en responder o por qué no avisó antes. Estos interrogatorios no se hacen por preocupación genuina, sino como una forma de tener el control sobre sus acciones, generando culpa y ansiedad en la otra persona.

🚫 Aislamiento social: Se da cuando una persona le pide o exige a su pareja que deje de hablar con ciertos amigos, familiares o compañeros de trabajo, bajo el pretexto de que son “una mala influencia” o que “ponen en riesgo la relación”. Este aislamiento va debilitando las redes de apoyo, dejando a la persona más vulnerable y dependiente emocionalmente.

🎭 Desacreditación sutil: Son comentarios que ridiculizan, menosprecian o hacen sentir inferior a la pareja, disfrazados de “bromas” o “críticas constructivas”. A la larga, minan la autoestima y el criterio propio.

🧊 Castigo con silencio: Cuando hay desacuerdos o enojos, una de las partes decide ignorar a la otra por horas o días, usándolo como una forma de castigo emocional. Esto genera confusión y miedo al abandono.

🧨 Reacciones desproporcionadas: Gritos, amenazas o estallidos de ira por situaciones mínimas que generan un ambiente de tensión constante. Esta conducta infunde miedo y lleva a la autocensura para evitar conflictos.

🕵️‍♂️ Control de horarios: Preguntar constantemente dónde está la pareja, pedir fotos o exigir que comparta su ubicación en tiempo real. Este control busca eliminar la autonomía y la confianza mutua.

🎮 Manipulación emocional: Hacer sentir culpable a la pareja por tener vida propia o por poner límites. Se usan frases como “si me amaras, lo harías” o “ya no te importo como antes”.

📉 Desvalorización constante: Minimizar los logros, opiniones o emociones de la otra persona. Hacerla sentir que no tiene derecho a quejarse, ni a tomar decisiones sin aprobación.

🔐 Restricción económica: Impedir o dificultar que la pareja trabaje, estudie o administre dinero. Esto genera dependencia y refuerza el control.

🧭 Decisiones unilaterales: Una persona decide todo lo que se hace en la relación: desde lo que se come hasta las metas a largo plazo. No se consulta ni se respeta la opinión de la otra parte.

📢 Exposición pública: Publicar cosas privadas, usar redes sociales para ridiculizar o presionar a la pareja. Aunque parezca “broma”, es un acto de control y humillación.

🧠 Gaslighting (luz de gas): Hacer dudar a la otra persona de su percepción, memoria o juicio. Frases como “eso no pasó”, “estás loca” o “te lo estás inventando” son comunes en este patrón.

🩹 Promesas vacías tras el daño: Luego de una conducta abusiva, el agresor promete cambiar, se disculpa efusivamente o se muestra excesivamente cariñoso. Es una forma de controlar mediante ciclos de tensión y calma.

🔗 Celos justificados con amor: Frases como “lo hago porque te amo” o “es que no quiero perderte” se usan para justificar comportamientos invasivos. El amor nunca debe sentirse como vigilancia.

🎯 Desgaste psicológico: La víctima termina dudando de sí misma, de sus decisiones, y se siente agotada emocionalmente. Este desgaste es consecuencia de un control sistemático y prolongado.

🗣️ Críticas sobre su forma de ser: Atacar constantemente su forma de vestir, hablar o comportarse con la intención de “mejorarla”, cuando en realidad se busca moldearla a gusto del otro.

💬 Opinión sobre todo: El controlador emite juicio sobre cada cosa que hace la pareja: sus amistades, gustos, hábitos o pensamientos. Nada parece suficiente o correcto.

🛑 Prohibiciones disfrazadas de cuidado: Como no dejar que la pareja salga de noche, se maquille, o use cierta ropa, bajo la idea de “te cuido” o “me preocupo por ti”. Es control disfrazado de amor.

🎓 Invalidación de logros: Restarle importancia a los éxitos de la pareja, comparándolos con los propios o diciendo que fueron “suerte” o “fácil”. Es una forma de mantenerla insegura y dependiente.

Toda esta tortura psicológica nos impide vivir un amor pleno y nos somete a un estado de insatisfacción permanente.

Nos impide ver que el verdadero amor se basa en la libertad y la confianza, no en el control y la posesión.

Reconocer que los celos nacen de nuestras propias heridas es un acto de valentía.

Puede ser abrumador darnos cuenta de que la fuente de nuestro dolor está en nuestro interior, pero esta aceptación es el primer y más importante paso.

La buena noticia es que, al hacerlo, nos abrimos la puerta a una verdadera libertad emocional y a la posibilidad de construir relaciones mucho más plenas.

Sanar tus heridas: El camino hacia la libertad emocional

El primer paso para sanar estos celos incontrolables es aceptar la emoción.

No la reprimas, no te castigues por sentirla, solo acéptala y observa qué está intentando decirte.

Al darle un significado nuevo, empiezas a entender que los celos no son un regaño, sino una alarma que te avisa que hay una herida que necesita atención.

La rabia o la tristeza que sientes por los celos son sentimientos que te hablan directamente de tu dolor.

Cuando aceptas que los sientes, en lugar de actuar sobre ellos, puedes empezar a trabajarlos y a encontrar su origen.

Es la única forma de sanar, porque no puedes arreglar algo que no puedes ver.

Este proceso te devolverá tu autonomía y la capacidad de disfrutar un amor sin miedos.

Asume la responsabilidad de tus emociones

Es muy común que, cuando estamos celosos, culpemos a nuestra pareja.

Pensamos y decimos frases como "tú me haces sentir insegura", "tú me haces sentir celos", o "tú provocas esta situación".

Pero la realidad es que nadie puede hacernos sentir algo que ya no existe en nosotros.

En cambio, si asumes la responsabilidad de lo que sientes, te empoderas.

Dejas de poner el control de tu bienestar en manos de otra persona, y te das cuenta de que la respuesta a tu problema está dentro de ti.

Nadie más que tú es responsable de tu sentir, nadie más que tú tiene el poder de sanar tus heridas.

Esta es una verdad difícil de aceptar, pero es increíblemente liberadora.

Significa que, si te duele, es porque tienes una herida.

Y esa herida es tu responsabilidad.

Al asumirla, le quitas a tu pareja la culpa de algo que no ha hecho y te permites empezar el proceso de sanación.

Trabaja en tu autonomía y amor propio

Los celos nos alejan de nosotros mismos, nos hacen olvidar nuestro valor y nos consumen en el miedo a ser abandonados.

Para sanar, necesitamos reconectar con nuestro ser.

Debes empezar a trabajar en tu autonomía, a recuperar tu individualidad y a fortalecer la seguridad en ti mismo.

Se trata de recordarte que eres un ser completo, con o sin pareja.

Una excelente forma de hacerlo es la siguiente:

🌟 Redescubre tus pasiones: ¿Qué cosas te gusta hacer a ti? ¿En qué eres bueno? Dedica tiempo a desarrollar tus talentos y a explorar nuevos pasatiempos. La seguridad en uno mismo se construye con base en los logros, por pequeños que sean.

🤝 Fortalece tu círculo social: Mantén y cultiva relaciones saludables fuera de tu pareja. Recuerda que no necesitas que una sola persona cumpla todas tus necesidades. Un buen amigo, un familiar, son personas con las que te sientes querido y valorado, y al final, eso también te ayudará a reforzar tu autoestima.

🪞 Acepta tus imperfecciones: Nadie es perfecto. Aceptar que también tienes defectos y que te equivocas te libera de la presión de ser siempre impecable. Esta aceptación es la base de la compasión por uno mismo.

💪 Trabaja en tu amor propio: Dedica tiempo cada día a ti, reconociendo lo que vales. El amor propio se cultiva como una planta, con paciencia, atención y cuidado constante.

📚 Aprende algo nuevo: Estimular tu mente con nuevos conocimientos te mantiene activo y curioso. Además, aumenta tu confianza al descubrir que puedes crecer en cualquier etapa de la vida.

🎨 Exprésate creativamente: Ya sea escribiendo, pintando, bailando o cantando, la creatividad libera emociones y te conecta con tu mundo interior de forma única.

🌳 Pasa tiempo en la naturaleza: Caminar, respirar aire puro o simplemente contemplar el cielo puede ayudarte a reconectar contigo mismo y a reducir el estrés.

🧘 Practica la meditación o la atención plena: Aprender a estar presente te permite soltar el pasado, calmar tu mente y valorar el ahora, lo que impacta directamente en tu bienestar emocional.

📅 Establece metas pequeñas: No necesitas cambios gigantes para avanzar. Pequeños pasos diarios te darán dirección y te motivarán a seguir creciendo.

🚿 Crea rutinas que te nutran: Establecer hábitos como una buena higiene, descanso suficiente y alimentación sana, te da estructura y estabilidad emocional.

🧩 Identifica lo que te drena: Observa qué personas, situaciones o hábitos te roban energía y comienza a poner límites saludables para proteger tu paz.

📢 Expresa tus emociones con honestidad: Guardarte lo que sientes solo te hace daño. Hablar con alguien de confianza o escribir tus pensamientos te puede liberar y sanar.

📈 Reconoce tu evolución: A veces olvidamos lo lejos que hemos llegado. Mira hacia atrás, honra tus avances y úsalos como impulso para seguir adelante.

📵 Desconéctate del ruido digital: Tomarte un descanso de las redes sociales te permite reconectar con tu mundo real y valorar más tu presente.

🛌 Respeta tu descanso: Dormir bien no solo es vital para tu cuerpo, también para tu mente. Una mente cansada no puede sostener pensamientos positivos por mucho tiempo.

Deja que las cosas fluyan y confía en el proceso

Cuando trabajas en tu seguridad, aprendes a dejar de intentar controlar a tu pareja.

Porque te das cuenta de que no es posible, que el control es solo una ilusión que te mantiene prisionero.

A pesar de todos tus esfuerzos por mantenerla atada, si tu pareja quiere serte infiel, lo va a hacer.

Y esto no es para asustarte, sino para que entiendas que tu paz mental no depende de dónde esté o con quién hable tu pareja, sino de tu capacidad para confiar en la relación y, sobre todo, en ti mismo.

El verdadero riesgo del amor no es que la otra persona nos deje, sino que nos perdamos a nosotros mismos en el camino.

Una relación sana se basa en la libertad mutua y el respeto por la individualidad.

No eres la mitad de otra persona, eres una persona completa que ha decidido compartir su vida con otra persona completa.

Al desarrollar tus fortalezas, al amarte a ti mismo y al dejar ir la necesidad de controlar, te conviertes en una persona segura.

Y una persona segura de sí misma, no solo es más atractiva, sino que también atrae a personas seguras y respetuosas, que quieren estar a su lado por lo que eres, no por lo que pueden obtener de ti.

Es un ciclo virtuoso que te permite vivir un amor pleno y sin miedos.

Reconocer que los celos nacen de nuestras propias heridas es un acto de valentía.

Puede ser abrumador darnos cuenta de que la fuente de nuestro dolor está en nuestro interior, pero esta aceptación es el primer y más importante paso.

La buena noticia es que, al hacerlo, nos abrimos la puerta a una verdadera libertad emocional y a la posibilidad de construir relaciones mucho más plenas.

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Fabiola Valdez

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