Cómo calmar cólicos en bebés
Si tu bebé llora desconsolado, se pone rojo, encoge las piernitas y nada parece calmarlo, es normal que te asustes.
Los cólicos del lactante pueden hacer sentir a cualquier mamá o papá desbordado, cansado y lleno de dudas.
La buena noticia es que, aunque son muy intensos, los cólicos son un proceso transitorio y benigno en la mayoría de los bebés.
Aquí encontrarás una guía clara para entender qué está pasando y qué puedes hacer para acompañar mejor a tu bebé y a ti.
¿Qué son los cólicos del lactante?
Cuando hablamos de cólicos del lactante no nos referimos a “cualquier llanto”, sino a episodios muy intensos que siguen un patrón bastante típico.
Suelen empezar de forma súbita, la barriga se ve tensa, el bebé encoge sus piernitas hacia el abdomen y a veces se arquea o se pone rojo.
Lo más habitual es que aparezcan por la tarde o al anochecer, justo cuando tú ya vienes cansada del día y tienes menos energía emocional.
Clásicamente se describen como llanto de más de tres horas al día, más de tres días por semana y durante al menos tres semanas en un bebé sano.
Algunos pediatras usan criterios algo más flexibles, pero la idea es la misma: llanto intenso, repetido y difícil de consolar en un bebé que por lo demás está bien.
La mayoría de episodios empiezan entre la segunda y tercera semana de vida y suelen mejorar mucho antes de los cuatro o cinco meses.
Se cree que intervienen varios factores: inmadurez del sistema digestivo, gases, sensibilidad al estímulo y una gran necesidad de contacto y regulación emocional.
También se ha observado que, cuando los papás están muy ansiosos, los cólicos pueden sentirse todavía más intensos y difíciles de manejar.
Lo importante es saber que, si tu pediatra revisa al bebé y todo está bien, los cólicos son molestos pero no peligrosos.
¿Cómo saber si son cólicos y no otro problema?
Uno de los grandes miedos es confundir un cólico con un problema serio, por eso es clave aprender a distinguirlos.
Los cólicos se dan en un bebé que come bien, gana peso y entre episodios está tranquilo, despierto y curioso para su edad.
Diferencias con el llanto normal del bebé
Todo bebé sano llora: por hambre, sueño, pañal sucio, frío o calor, incluso por puro cansancio al final del día.
Ese llanto suele ceder cuando atiendes la necesidad, por ejemplo dándole pecho, cambiando el pañal o cargándolo un rato.
En los cólicos, en cambio, el llanto aparece de forma más brusca, parece “doloroso” y cuesta mucho más consolarlo aunque hagas “todo bien”.
A veces notas la barriga dura, escuchas gases y el bebé alterna ratos de gritos con pequeños momentos de quejido.
Situaciones que se confunden con cólicos
Muchos llantos intensos no son cólicos sino otras cosas más sencillas de manejar.
Por ejemplo, el bebé que llora y se calma en cuanto lo tomas en brazos no tiene cólicos, tiene necesidad de contacto y seguridad.
También se confunde con problemas de alimentación: agarre al pecho doloroso, frenillo, crisis de lactancia o poca producción de leche.
En esos casos suele haber pelea con el pecho, tomas muy cortas o muy largas, chasquidos, pezones lastimados o poca ganancia de peso.
Otra causa frecuente de llanto intenso es el reflujo patológico, donde el bebé se arquea durante o después de las tomas y parece incómodo casi todo el tiempo.
En la alergia a la proteína de la leche de vaca pueden aparecer cólicos, pero además suelen verse heces con moco o sangre, dermatitis intensa o vómitos frecuentes.
Pistas de que puede haber otra enfermedad
Si el patrón no encaja con cólicos típicos, es importante que lo revise un profesional de salud.
Debes sospechar otra causa si tu bebé llora prácticamente todo el día, casi no tiene momentos de calma o parece apagado y sin energía.
También si las tomas son muy malas, rechaza constantemente el pecho o el biberón, o si notas que no moja casi pañales.
Cuando tienes dudas, lo más seguro es consultarlo: no estás exagerando, solo estás cuidando a tu bebé.
Señales de alarma que indican ir al pediatra
Aunque la mayoría de cólicos son benignos, hay signos que nunca debemos pasar por alto y que requieren valoración médica.
Piensa en estos puntos como un pequeño checklist mental para saber cuándo no esperar.
- Fiebre: temperatura rectal de 38 °C o más, especialmente en menores de tres meses.
- Decaimiento: lo notas muy dormido, difícil de despertar, sin mirarte ni responder como siempre.
- Problemas para alimentarse: rechaza todas las tomas, se cansa al succionar o vomita casi todo lo que come.
- Vómitos preocupantes: verdes, amarillos intensos o con sangre, o vómitos muy frecuentes y explosivos.
- Heces anormales: sangre visible, moco abundante, diarrea muy líquida o ausencia completa de evacuaciones con mal estado general.
- Barriga muy distendida: abdomen muy hinchado, duro al tacto o doloroso cuando lo tocas.
- No gana peso: controles donde el pediatra detecta que el bebé no sube lo esperado o incluso baja.
Si ves una o más de estas señales, no lo atribuyas solo a cólicos, pide cita o acude a urgencias según la gravedad que percibas.
El objetivo siempre es descartar problemas que sí requieren tratamiento específico y quedarnos tranquilos cuando todo está bien.
❌ No ignores tu intuición: si “algo no te cuadra” con tu bebé, es mejor consultar una vez de más que una de menos.
La intuición de quien cuida a diario al bebé es muy valiosa, sobre todo cuando se combina con revisiones pediátricas periódicas.
Estrategias que sí ayudan a calmar los cólicos
Ojalá existiera una pastilla mágica para los cólicos, pero no hay un remedio único e infalible.
Lo que sí existe es un conjunto de estrategias que, combinadas, suelen disminuir la intensidad del llanto y ayudarte a sobrellevar mejor esta etapa.
Posturas que alivian la barriga
Una de las posiciones que más funciona es colocar al bebé boca abajo sobre tu antebrazo, con la cabecita apoyada en tu codo y tu mano sujetando sus muslos.
La presión suave en el abdomen y el contacto cercano suelen aliviar los gases y relajar el cuerpo.
Otra opción es sostenerlo en posición vertical, pegado a tu pecho, con las piernas flexionadas como ranita contra tu cuerpo.
Esa postura ayuda a que el aire ascienda y se expulse más fácil, además de darle contención física y emocional.
Movimiento y porteo para relajar al bebé
El movimiento suave recuerda al bebé la sensación del embarazo, cuando todo el tiempo se balanceaba contigo.
Caminar con el bebé en brazos, mecerlo lentamente o usar una mochila ergonómica de porteo puede marcar una gran diferencia.
El porteo mantiene al bebé en posición adecuada, con caderas flexionadas y barriga apoyada, mientras siente tu olor y tus latidos.
Además te deja las manos más libres para poder moverte por casa sin dejarlo llorando solo.
Calor local y cinturones anticólicos
El calorcito suave en la tripa puede ser muy reconfortante cuando hay cólicos.
Algunas familias utilizan cojines de semillas o cinturones anticólicos que se calientan unos segundos en el microondas.
Lo importante es comprobar siempre la temperatura con tu propia piel antes de colocarlo sobre el bebé.
El objetivo es dar confort, nunca quemar, así que el calor debe sentirse tibio, no caliente.
Ruido blanco y ambiente tranquilo
Cuando el bebé está muy sobreestimulado, cualquier cosa extra lo puede irritar todavía más.
Apagar luces fuertes, reducir ruido y crear una atmósfera más calmada ayuda al sistema nervioso inmaduro del bebé.
El famoso “ruido blanco” (aspiradora, secadora, aplicaciones con sonido uniforme) puede imitar el sonido constante del útero.
A muchos bebés con cólicos los ayuda a distraerse del malestar y poco a poco bajar la intensidad del llanto.
💡 Ideas prácticas que suelen ayudar
- Alternar brazos entre cuidadores para que nadie se agote demasiado.
- Usar una pelota de pilates para sentarte y rebotar suave con el bebé.
- Probar un paseo corto en carreola cuando en casa nada funciona.
- Bajar el volumen de todo y hablarle al bebé en voz muy calmada.
- Poner una música suave y repetitiva que tú también encuentres relajante.
Es normal que un día algo funcione y al siguiente no, así que lo ideal es tener varios recursos y probar cuál ayuda más en ese momento.
Masajes seguros para aliviar gases y cólicos
El masaje infantil no es magia, pero sí puede convertirse en un ritual muy poderoso para aliviar molestias y conectar con tu bebé.
La clave está en hacerlo con calma, respetando siempre el tiempo y el lenguaje corporal del pequeño.
Preparar el ambiente y al bebé
Busca un momento en que el bebé esté despierto pero no hambriento ni excesivamente irritable.
Pon una toalla sobre una superficie firme, quítale solo la ropa necesaria y calienta tus manos frotándolas antes de tocarlo.
Puedes usar unas gotitas de aceite vegetal apto para bebés para que las manos se deslicen mejor.
Antes de empezar, coloca tus manos suavemente sobre su barriga unos segundos para avisarle que viene el masaje.
Movimientos básicos para la tripita
Un movimiento muy usado es la “rueda de agua”: con la palma abierta, deslizas la mano desde las costillas hacia la pelvis varias veces, alternando manos.
El gesto imita como si el agua bajara por la barriga y ayuda a movilizar gases hacia abajo.
También puedes flexionar suavemente las rodillas del bebé hacia su abdomen, mantener unos segundos y estirar de nuevo.
Este movimiento repetido varias veces suele facilitar la expulsión de gases y aliviar la sensación de presión interna.
Otro clásico es el “sol y luna”: con una mano dibujas un círculo completo alrededor del ombligo y con la otra medio círculo, siempre en sentido de las agujas del reloj.
Ese sentido respeta la dirección natural del intestino y hace que el masaje sea más efectivo y cómodo para el bebé.
Cuándo y cuánto tiempo dar masaje
El masaje puede usarse a diario, incluso cuando el bebé está tranquilo, para que lo asocie con placer y relajación y no solo con dolor.
No hace falta que dure mucho: entre cinco y quince minutos son suficientes, según lo que tu bebé tolere.
Si durante el masaje llora inconsolablemente o se pone rígido, haz una pausa, cargalo y vuelve a intentarlo más tarde.
Respeta siempre sus señales, porque el objetivo no es “forzar el intestino” sino acompañar suavemente.
Con el tiempo tú misma irás notando qué movimientos son los que más alivio le dan a tu hijo y cuáles le gustan menos.
Acompañar los cólicos sin perder la calma
La parte más dura de los cólicos no siempre es el dolor del bebé, sino cómo te hacen sentir a ti sus llantos tan intensos.
Verlo llorar, dormir poco, recibir consejos contradictorios y seguir sin una “solución mágica” puede ser agotador a nivel físico y emocional.
Por eso es tan importante cuidar también a la persona que cuida.
Si tienes pareja, intenten turnarse en los ratos más difíciles, aunque sea por periodos de veinte o treinta minutos.
Ese pequeño descanso puede marcar la diferencia entre seguir regulada o terminar explotando.
Si estás sola, busca apoyo en alguien de confianza: un familiar, una amiga, otra madre que haya pasado por lo mismo.
Hablar de lo que sientes no quita importancia al bebé, al contrario, te ayuda a recargar energía para seguir acompañándolo.
Recuerda también que nunca es seguro sacudir al bebé, por mucho que el llanto te desespere.
Si sientes que estás a punto de perder el control, acuéstate al bebé en un lugar seguro y toma unos minutos para respirar y calmarte.
No estás fallando como madre o padre porque tu bebé tenga cólicos.
No es porque lo estés cargando demasiado, ni porque lo estés malcriando, ni porque “tu leche sea mala”.
Estás viviendo una etapa intensa, pero con fecha de caducidad, en la que tu presencia amorosa es lo más terapéutico de todo.
Regla:
No te culpes. Culparnos solo nos quita fuerzas, mientras que cuidarnos nos permite cuidar mejor.
Los cólicos acabarán pasando, aunque hoy parezcan eternos.
Mientras tanto, cada abrazo, cada paseo a medianoche y cada intento de calmarlo está construyendo el vínculo que acompañará a tu bebé toda la vida.
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