Mi bebé se despierta muchas veces
Cuando tu bebé se despierta cinco, seis o incluso diez veces en la noche, es normal que te preguntes si algo va mal o si estás haciendo algo mal.
Duermes a ratitos, vives cansada y a veces sientes culpa por perder la paciencia, pero también sospechas que debe haber una explicación más lógica que “es un bebé complicado”.
Aquí vamos a ordenar todo ese caos nocturno, explicando qué es normal, qué no, qué causas físicas revisar y cómo ayudarle a volver a dormirse sin dejarlo llorar solo ni volverte loca de cansancio.
- ¿Es normal que mi bebé se despierte tantas veces en la noche?
- ¿Qué causas físicas pueden despertar a un bebé que ya dormía bien?
- Cómo influye el sobrecansancio y el cortisol en los despertares
- Entender los ciclos de sueño de tu bebé paso a paso
- Cómo ayudar a tu bebé a volverse a dormir sin dejarlo llorar
- ¿Cuándo preocupan tantos despertares y hay que ir al pediatra?
¿Es normal que mi bebé se despierte tantas veces en la noche?
Lo primero es entender algo clave: todos nos despertamos varias veces por la noche, bebés y adultos, la diferencia es que tú sabes volverte a dormir sola y tu bebé todavía no.
El sueño se organiza en ciclos, como pequeños “bloques” que se repiten una y otra vez durante la noche, y entre un bloque y otro hay microdespertares.
En los adultos esos microdespertares pasan casi desapercibidos, cambiamos de postura, miramos un segundo el reloj y seguimos durmiendo sin drama.
En los bebés, esos microdespertares son mucho más evidentes porque su sueño es inmaduro, más ligero y sensible a cualquier cambio de luz, ruido, hambre, incomodidad o ausencia de mamá.
Durante los primeros meses, el bebé solo tiene dos tipos de sueño bien diferenciados: un sueño tranquilo y un sueño activo, parecido al sueño REM donde el cerebro trabaja muchísimo.
En ese sueño activo mueve ojos, hace gestos, a veces se sobresalta, emite ruiditos y parece que está inquieto, pero en realidad está durmiendo y desarrollando su cerebro.
Alrededor de los cuatro meses ocurre la famosa regresión del sueño: el cerebro “reorganiza” la arquitectura del sueño y pasan de dos fases simples a cuatro fases más complejas.
En ese momento el bebé empieza a tener fases de sueño muy superficial en las que cualquier ruido, luz o cambio de postura puede despertarlo completamente.
Por eso, muchos bebés que dormían “más o menos bien” empiezan de repente a despertarse cada hora o cada dos horas y los padres sienten que retrocedieron.
No es que tu bebé “se dañó” o que tú hiciste algo mal, es que su sueño maduró y ahora necesita aprender a volver a dormirse cada vez que completa un ciclo.
Lo importante es observar si entre despertar y despertar, el bebé está sano, sigue creciendo bien, come, juega, se ríe y, sobre todo, si los despertares son parecidos cada noche.
Si los despertares son muy bruscos, con llanto de dolor, dificultad para respirar o fiebre, entonces ya no hablamos solo de maduración del sueño, sino de posibles causas físicas.
¿Qué causas físicas pueden despertar a un bebé que ya dormía bien?
A veces tenías la sensación de que por fin el sueño estaba “encarrilado” y, de un día para otro, tu hijo vuelve a despertarse mil veces sin que entiendas por qué.
Cuando un bebé que sabía dormirse relativamente bien empieza a tener noches especialmente malas, conviene revisar si hay algo físico que le esté molestando.
Apnea del sueño y vegetaciones aumentadas
Una causa frecuente en algunos niños es la apnea del sueño, que aparece cuando no pueden respirar bien mientras duermen y el nivel de oxígeno baja repetidamente.
Suele coincidir con la etapa en la que tienen muchas infecciones respiratorias y las vegetaciones, o adenoides, se inflaman y crecen.
Cuando el niño se tumba, el paladar choca con esas vegetaciones y el aire no pasa bien por la nariz, así que empieza a dormir con la boca abierta y a roncar.
Lo típico es que por la noche tenga mucho moco, tosa o haga ruidos raros al respirar, pero por el día respira bastante bien y casi no ves mocos.
Si notas ronquidos fuertes, pausas respiratorias, respiración agitada o que se despierta muchas veces con sensación de falta de aire, es motivo para consultarlo.
Hoy en día existen tratamientos y medidas que pueden ayudar a reducir esas vegetaciones sin ir directamente a cirugía, pero siempre debe valorarlo un especialista.
Dolor de oído relacionado con mocos
Otra causa muy puñetera son las molestias de oído, que no siempre se comportan como una otitis típica con dolor constante y fiebre alta.
A veces el niño tiene un catarro y, cuando se acuesta, el moco se va hacia el oído medio, se acumula, aumenta la presión y duele.
Durante el día, al estar incorporado, ese moco se drena poco a poco y el dolor desaparece, así que el niño parece estar perfecto.
El resultado es un dolor que aparece casi solo por la noche, que despierta al bebé llorando, pero que por la mañana desaparece como si nada.
En estos casos suele ayudar mantener la nariz lo más limpia posible, controlar la producción de moco y, si el pediatra lo indica, usar analgésicos seguros.
Si se repite muchos días, si ves supuración por el oído o hay fiebre, es importante una revisión porque puede tratarse de una otitis que requiera tratamiento específico.
Molestias por salida de los dientes
Los dientes se llevan la culpa de casi todo, pero no siempre son los responsables, por eso viene bien aprender a reconocer cuándo sí pueden estar molestando.
La encía suele tener una especie de cresta hacia adelante, como si sobrara un pliegue de mucosa, cuando el diente aún está lejos de salir.
Mientras esa cresta está presente, lo habitual es que todavía no vaya a romper la encía, aunque el bebé babeé y se meta todo a la boca.
Cuando el diente está más cerca, la encía se ensancha, la cresta empieza a desaparecer y a veces se ve un puntito más blanco o un trocito de mucosa a punto de romperse.
En esa fase el bebé puede tener pequeñas “rachas” de tres o cuatro noches seguidas con más molestias, irritabilidad y despertares.
Por la noche suelen doler más porque los corticoides naturales del cuerpo, que bajan la inflamación, están en niveles muy bajos mientras dormimos.
Para aliviarle, pueden ayudar masajes suaves en la encía con un dedo limpio o mordedores fríos, y siempre consultar al pediatra antes de dar cualquier medicamento.
Problemas digestivos, gases y reflujo
El sistema digestivo de los bebés también puede ser fuente de despertares cuando hay gases, reflujo, alergias o intolerancias.
Si ves que durante el día tiene muchas molestias digestivas, llora con la barriga dura, se arquea hacia atrás o regresa leche muy ácida, es probable que por la noche también le moleste.
Por la noche los retortijones pueden despertarlo, y permanece incómodo hasta que consigue expulsar gases o cambiar de postura.
En infecciones digestivas estas noches malas suelen durar unos pocos días, pero en alergias o intolerancias pueden mantenerse durante semanas o meses.
Cuando notas que siempre se despierta con cara de dolor de barriga, su culete se irrita con frecuencia o hay mucosidad o sangre en las heces, es importante hablarlo con el pediatra.
Tratar la causa digestiva mejora muchísimo la calidad del sueño y también la vida de toda la familia.
Dolores musculares por tanta actividad diaria
Lo que mucha gente llama “dolores de crecimiento” suele ser, en realidad, dolor por sobrecarga en niños muy activos que no paran en todo el día.
Corren, saltan, se caen, se golpean un poco la rodilla o el tobillo, y mientras están en movimiento casi no sienten nada porque el cuerpo está “caliente”.
Al tumbarse y empezar el reposo, esa zona se inflama ligeramente como parte de la reparación natural del cuerpo y entonces aparece el dolor.
Por eso a veces se queja de una rodilla una noche, de la contraria otra noche, o de la cadera unos días, pero por la mañana se levanta corriendo como si no tuviera nada.
Si el dolor siempre es en el mismo sitio, hay cojera, fiebre, inflamación visible o un golpe importante, eso ya no entra en “sobrecarga normal” y conviene revisarlo de inmediato.
❌ Culpar siempre a los dientes: a veces el problema real es oído, mocos o digestivo y se pasa por alto.
❌ Pensar que “es puro capricho”: un bebé que se despierta llorando suele estar incómodo o desregulado.
❌ Esperar meses sin consultar: si hay ronquidos fuertes, fiebre o dolor repetido, merece una valoración médica.
Cómo influye el sobrecansancio y el cortisol en los despertares
No todos los despertares se deben a dolor o enfermedad, muchos aparecen porque el bebé llega a la noche demasiado cansado.
Cuando un bebé pasa más horas despierto de las que su edad tolera, el cuerpo empieza a producir cortisol, que es la hormona del estrés y la vigilia.
Esa subida de cortisol le mantiene activo, hace que le cueste conciliar el sueño y, aunque se duerma, sigue con un nivel alto de activación interna.
¿El resultado? Se duerme agotado, pero tiene un sueño muy ligero, se mueve mucho y se despierta muchas más veces durante la noche.
Señales tempranas de sueño que no deberías ignorar
Las señales tempranas son las que te avisan de que tu bebé ya está cansado, pero todavía tranquilo y manejable, y tienes unos veinte minutos para ayudarle a dormir.
En esta fase suele estar menos activo, se mueve más lento o se queda quieto mirando un punto, como con la mirada perdida.
A veces gira la cabeza para evitar el contacto visual o empieza a parpadear más despacio, como si se desconectara un poco del entorno.
En algunos bebés se enrojecen ligeramente los párpados y las cejas, o se les nota la zona de los ojos algo más hinchada.
Si en ese momento le ofreces dormir, la mayoría se duerme más fácil, con menos llanto y luego encadena mejor sus ciclos de sueño.
Señales intermedias: tienes pocos minutos para acostarlo
Si se pasan por alto esas señales tempranas, el cuerpo sigue aumentando el nivel de cortisol y llegan las señales intermedias.
Aquí el bebé ya bosteza, se frota los ojos, se toca las orejas o les da pequeños tirones, y pierde coordinación en sus movimientos.
Empieza a estar más irritable, pide brazos con insistencia, busca pecho o biberón para calmarse y protesta cuando lo cambias de postura.
En esta fase dispones de unos cinco minutos para iniciar el ritual de sueño antes de que se descontrole completamente.
Si lo respetas, aún es posible que se duerma relativamente rápido, aunque te exija más ayuda que cuando solo mostraba señales tempranas.
Señales tardías: cuando ya está pasado de vueltas
Si seguimos estirando el tiempo, aparecen las señales tardías, esas que ya conoces bien porque son las más dramáticas.
Aquí el bebé está muy irritable, llora sin consuelo, se arquea hacia atrás, se pone rígido y se agarra a ti con desesperación.
Se frota los ojos con mucha fuerza, se tira de las orejas, del pelo o de tu ropa, y cuesta muchísimo que se calme.
En este punto no basta con “apagar la luz y acostarlo”, primero hay que acompañarlo a bajar el nivel de cortisol con contacto, voz suave y calma externa.
Si después de un buen rato no se calma, puede ayudar salir de la habitación, hacer una actividad muy tranquila y volver a intentarlo cuando esté más relajado.
Si siempre llegáis a este nivel de desesperación antes de dormir, es una señal de que hay que revisar horarios y siestas para que no llegue tan pasado de vueltas.
- Adelanta un poco la hora de dormir en días muy movidos o con siestas cortas.
- Repite siempre el mismo ritual sencillo: luz baja, voz suave, misma secuencia.
- Evita juegos muy activos o pantallas en la última hora del día.
- Observa sus señales personales y confía más en ellas que en cualquier tabla rígida.
Entender los ciclos de sueño de tu bebé paso a paso
Para dejar de pelearte con el sueño de tu hijo ayuda mucho imaginar cómo ha cambiado su forma de dormir desde que estaba en el útero hasta ahora.
Cuando estaba dentro de ti, dormía en un ambiente cálido, oscuro, con ruido constante de fondo y siempre contenido por las paredes del útero.
Cada vez que estiraba brazos o piernas, se encontraba un límite suave que le daba seguridad y le recordaba que tú estabas ahí.
Al nacer todo cambia: la cuna es fría, rígida, amplia, no se parece en nada al útero y la casa está llena de luces, ruidos agudos y movimientos.
Además, su sueño comienza siendo muy simple, con solo dos fases, y casi la mitad del tiempo lo pasa en un sueño activo tipo REM, donde el cerebro trabaja a tope.
Ese sueño activo es clave para el desarrollo, pero también hace que cualquier estímulo le despierte con facilidad, sobre todo en las primeras semanas.
Con el tiempo, el cerebro madura y aparecen cuatro fases de sueño: una de adormecimiento, otra ligera, una profunda y finalmente el sueño REM.
La fase de adormecimiento es corta, unos diez minutos, y si lo mueves o lo dejas en la cuna en ese momento, es fácil que se despierte otra vez.
Luego pasa a una fase de sueño ligero que puede durar hasta una hora, en la que respira tranquilo pero cualquier ruido fuerte puede despertarlo.
Después llega el sueño más profundo, donde cuesta más despertarlo, antes de regresar a otra fase de sueño activo o REM.
Alrededor de los cuatro meses, cuando aparece esta estructura más compleja, muchos bebés empiezan a despertarse al final de cada ciclo, que suele durar entre cuarenta y sesenta minutos.
Si para dormirse siempre necesita el pecho, el biberón, brazos, movimiento o ciertas condiciones exactas, al despertarse buscará repetirlas exactamente igual.
Por eso una de las claves no es eliminar los despertares, sino ayudarle a que, poco a poco, pueda encadenar ciclos con menos ayuda cada vez.
Cómo ayudar a tu bebé a volverse a dormir sin dejarlo llorar
La buena noticia es que no necesitas dejar llorar a tu bebé solo para que aprenda a dormir mejor, pero sí necesitas constancia y coherencia noche tras noche.
Primero revisa el ambiente: habitación con luz tenue, temperatura agradable, ropa cómoda y la menor cantidad posible de ruidos bruscos.
Luego piensa en el ritual de sueño, esa pequeña secuencia que repetís siempre igual antes de acostarlo, para que su cerebro entienda que se acerca la hora de dormir.
Puede ser algo simple como baño tranquilo, pijama, luz baja, cuento corto, canción suave y a la cuna o cama, siempre en el mismo orden.
La clave es que ese ritual no sea demasiado largo ni demasiado estimulante, y que incluya momentos de contacto tranquilo, pero no solo fiesta y juegos.
Cuando se despierte por la noche, intenta primero darle unos segundos para ver si es capaz de moverse, suspirar y volverse a dormir por sí mismo.
Si ves que se activa más o llora, acércate, pon tu mano sobre su pecho, susurra, acaricia, ofrece presencia sin cambiar radicalmente el escenario.
En la medida de lo posible, evita encender luces fuertes, poner dibujos o transformar cada despertar en una mini fiesta nocturna.
Si en todos los despertares ofreces pecho o biberón, el bebé puede asociar que cada microdespertar es sinónimo de comer, incluso sin tener hambre real.
Dependiendo de la edad y de la recomendación de su pediatra, puedes ir diferenciando entre despertares de hambre y despertares de consuelo.
A veces es mejor acompañar con caricias, voz baja o mecer un poco, en lugar de ofrecer siempre leche automáticamente.
Lo más importante es no cambiar de estrategia cada noche: si un día decides calmarlo con brazos, otro día lo dejas llorar, otro lo pasas a tu cama, el bebé no sabe qué esperar.
Una estrategia imperfecta pero constante suele funcionar mejor que diez métodos distintos aplicados a medias durante dos días.
También ayuda mucho practicar durante el día: permitir que alguna siesta la inicie en su cuna, con tu ayuda cercana, para que se vaya familiarizando con ese espacio.
Y, por supuesto, cuidar tu descanso: un adulto agotado tiene menos paciencia, por eso es válido turnarse con otra persona de confianza cuando sea posible.
¿Cuándo preocupan tantos despertares y hay que ir al pediatra?
Aunque muchos despertares forman parte de lo esperable en la infancia, hay situaciones en las que sí conviene pedir ayuda médica sin esperar demasiado.
Debes consultar si notas ronquidos intensos cada noche, pausas al respirar, hundimiento de costillas o que amanece siempre exhausto y muy irritable.
También si se despierta muchas veces llorando de dolor, con fiebre, vómitos, dificultad para tragar o signos claros de otitis, infección respiratoria o digestiva.
Otro motivo de alarma es que deje de ganar peso, tenga menos apetito, esté apagado durante el día o pierda habilidades que ya había adquirido.
Aunque no haya síntomas físicos graves, si tú sientes que algo no encaja, tu intuición también cuenta y merece ser escuchada por su pediatra.
Además, si el cansancio ya te supera, te sientes desbordada o con pensamientos muy negativos, también es importante que tú recibas apoyo.
Cuidar de un bebé que se despierta muchas veces no es sencillo ni “instintivo”, y pedir ayuda no significa que seas mala madre o mal padre.
Significa que estás haciendo exactamente lo que tu hijo necesita: un adulto que también se cuida para poder cuidarlo.
Con información clara, observando señales, ajustando rutinas y pidiendo ayuda cuando haga falta, poco a poco las noches dejan de ser una lucha constante y vuelven a ser, al menos a ratos, descanso de verdad.
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