Porque mi bebe duerme poco en el día

Cuando sientes que tu bebé casi no duerme en el día, es normal angustiarse y pensar que algo va mal.

A veces parece que está agotado, pero lucha contra el sueño, hace siestas cortísimas o solo duerme si lo traes en brazos.

Lo primero que necesitas saber es que no todos los bebés duermen igual, pero sí hay señales claras para saber si tu peque realmente está durmiendo poco.

También hay errores muy comunes con la luz, los horarios y las siestas que hacen que el día se vuelva un caos y la noche mucho peor.

Aquí veremos por qué tu bebé duerme poco en el día, cómo funciona su reloj interno, qué papel juegan la melatonina y el cortisol y qué cambios prácticos puedes hacer desde hoy.

Índice

¿Qué es realmente “dormir poco” en un bebé?

Muchas familias piensan que su bebé duerme poco solo porque no encaja en una tabla de horas de sueño que vieron por ahí.

La realidad es que hay bebés que necesitan más horas y otros que con menos sueño funcionan perfecto y están contentos.

La clave no es contar minutos de siesta, sino mirar cómo está tu bebé cuando está despierto a lo largo del día.

Si tu peque está muy irritable, se queja por todo, se ve agotado y se descontrola con facilidad, es probable que no esté llegando a cubrir su necesidad real de sueño.

En cambio, si crees que duerme menos de lo “normal”, pero cuando está despierto juega, explora, come bien y solo se enfada de manera razonable, es muy posible que ese sea su patrón de sueño.

También es importante ver cómo duerme por la noche: un niño que duerme bien de noche, se despierta con energía y aguanta el día sin estar destruido probablemente está durmiendo lo que su cuerpo necesita, aunque sus siestas sean más cortas.

Otro punto clave es la calidad del sueño: hay bebés que hacen siestas cortas, pero profundas y reparadoras, y otros que duermen más rato pero con muchos microdespertares y sueño fragmentado.

Por eso, más que obsesionarte con una cifra exacta, pregúntate siempre: “¿Cómo está mi bebé cuando está despierto?, ¿lo veo bien o lo veo roto de cansancio?”

Cómo influyen melatonina y cortisol en el sueño de tu bebé

El cuerpo de tu bebé no se apaga y se enciende por arte de magia, está regulado por hormonas que le dicen cuándo es momento de dormir y cuándo de estar alerta.

Las dos protagonistas son la melatonina y el cortisol, y entenderlas te ayuda a comprender por qué las siestas a veces se descontrolan.

Qué hace la melatonina en el cuerpo de tu bebé

La melatonina es la hormona que se produce cuando hay oscuridad y que ayuda a conciliar y mantener el sueño.

En los primeros meses, el sistema de melatonina aún no está maduro, por eso muchos recién nacidos confunden día y noche.

Si de día tu casa está medio a oscuras, hablas bajito y todo está muy silencioso, tu bebé puede interpretar que sigue siendo “noche” y dormir más de la cuenta.

En cambio, si por la noche hay muchas luces encendidas, pantallas y ruido, le estás diciendo a su cerebro que sigue siendo de día.

Eso hace que el ritmo de melatonina se desajuste y que le cueste más establecer bien el patrón de “duermo más de noche y menos de día”.

Por eso se recomienda que durante el día haya mucha luz natural, ventanas abiertas y vida normal de casa con ruidos razonables.

Y por la noche, en cambio, mantener la mínima luz posible, un ambiente calmado y sin demasiados estímulos, incluso cuando lo alimentas o lo cambias.

Por qué el exceso de cortisol acorta las siestas

El cortisol es la hormona del estrés, la que pone al cerebro en modo alerta cuando hay peligro o mucha activación.

Cuando un bebé tiene sueño y no le damos la oportunidad de dormir, su cuerpo empieza a producir cada vez más cortisol para mantenerlo despierto.

Esto es lo que las familias llaman que el bebé está “pasado de vueltas”, está agotado pero no puede relajarse.

Cuando por fin se duerme, ese cortisol sigue alto en su cerebro y es muy fácil que tenga despertares frecuentes, siestas cortas y un sueño inquieto.

Cuanto más rato lo mantengas despierto después de que muestre señales de sueño, más sube el cortisol y más difícil será que se duerma y que se mantenga dormido.

Por eso, las siestas del día no son un capricho, son parte de la prevención para que tu bebé no llegue estresado a la noche.

Un bebé con cortisol disparado duerme poco de día y también mal por la noche, porque su sistema está en modo supervivencia.

Ventanas de sueño y señales que te ayudan a cuidar las siestas

No se trata de mirar el reloj obsesivamente, pero sí de entender que cada edad tiene un tiempo máximo razonable que el bebé puede estar despierto seguido.

A ese tiempo se le llama ventana de sueño y es una de las claves para evitar que tu peque se pase de cansancio.

Qué son las ventanas de sueño

La ventana de sueño es el intervalo entre que el bebé se despierta y el momento en que vuelve a dormirse.

No es una norma rígida, pero sí una referencia para que no se acumule exceso de cansancio y cortisol.

Si tu bebé siempre pasa mucho más tiempo despierto que el recomendado para su edad, es muy probable que sus siestas sean cortas e inquietas.

Las ventanas también te ayudan a organizar un poco el día: juego, alimentación y luego sueño, en un ciclo que se repite varias veces.

Ejemplos orientativos de ventanas de sueño según la edad

En recién nacidos, las ventanas son muy cortitas, a veces de 45 a 60 minutos despiertos antes de necesitar otra siesta.

Pasados los primeros meses, se amplían y pueden ser de una hora y media, dos horas, según el bebé y su madurez.

Hacia los 6 meses, muchas criaturas toleran ventanas de sueño de dos horas largas, aunque algunas se cansan antes.

En niños más mayores, las ventanas pueden acercarse a tres horas, pero siempre variando de un peque a otro.

Lo importante es usar estas cifras como guía, no como obligación, y ajustarlas mirando siempre al bebé real que tienes delante.

Cómo leer las señales de sueño a tiempo

Más importante que el reloj son las señales que tu bebé te da cuando necesita dormir.

Algunos empiezan a frotarse los ojos, otros se ponen irritables, miran al vacío, dejan de jugar o se les ponen las mejillas rojitas.

Si esperas demasiado después de estas señales, es cuando empiezan los llantos fuertes, la lucha contra el sueño y el famoso “pasarse de vueltas”.

La idea es ofrecer la siesta justo cuando aparecen las primeras señales, no cuando ya está desbordado.

Cada bebé tiene su “idioma de sueño”, por eso conviene observarlo varios días y reconocer qué gestos se repiten antes de que se quede dormido.

🌙 Pequeños ajustes que ayudan

  • Mira la hora en que se despierta y calcula una ventana de sueño aproximada.
  • Si ves señales de sueño antes, prioriza las señales sobre el reloj.
  • Reduce estímulos fuertes (pantallas, juegos muy intensos) al acercarse la siesta.
  • Ten una mini rutina de siesta repetida: canción suave, brazos, arrullo corto.
  • No alargues “un ratito más” pensando que así dormirá mejor luego.

Errores comunes que hacen que tu bebé duerma poco en el día

Muchas veces no es que el bebé “no sepa dormir”, sino que sin querer vamos creando un entorno que hace más difícil el descanso.

Algunos de estos errores son muy frecuentes y, por suerte, se pueden corregir con pequeños cambios en casa.

Ambiente de día demasiado parecido a la noche

Cuando tu bebé ha pasado una noche muy mala, es lógico que tú también quieras descansar durante el día.

Pero si bajas persianas, apagas casi todas las luces y mantienes la casa en silencio total, su cerebro interpreta que sigue siendo de noche.

Eso hace que duerma profundamente muchas horas de día y llegue mucho más despierto a la noche.

Lo ideal es que de día haya luz, ruido normal de casa, conversaciones, incluso salir a pasear si se puede.

Y que la noche sea claramente diferente: poca luz, tono de voz bajito y sin actividades estimulantes.

Moverlo o atenderlo en cada ruido mientras duerme

El sueño de los bebés es muy activo, se mueven, hacen ruiditos e incluso parece que se quejan mientras duermen.

Muchas familias piensan que eso significa que ya se despertaron y corren a tomarlos en brazos.

Al hacerlo, sin querer despertamos de verdad a un bebé que seguía dormido en una fase de sueño ligero.

Un buen truco es esperar unos segundos y observar si realmente abre los ojos, llama o llora de forma sostenida.

Si solo se retuerce un poco y vuelve a quedarse tranquilo, probablemente sigue durmiendo y no hace falta intervenir.

Acostarlo demasiado tarde y “pasado de vueltas”

Otro error común es pensar que si lo cansamos más y le saltamos una siesta, dormirá mejor después.

En realidad pasa lo contrario: cuanto más rato está despierto, más cortisol produce su cuerpo para mantenerse alerta.

Ese cortisol es justamente lo que hace que cueste tanto que se duerma, que proteste, que se arquee y que las siestas sean cortísimas.

Si esto se repite varios días, el bebé entra en un círculo de sueño de mala calidad, irritabilidad y noches difíciles.

Por eso, las siestas no son un premio que se gana por portarse bien, son una necesidad biológica que conviene respetar.

Forzarlo a aguantar más sueño: pensar que “así dormirá mejor” suele provocar más despertares y siestas cortas.

Oscurecer mucho la casa de día: confunde su reloj interno y mantiene el ritmo cambiado.

Encender todas las luces de noche: baja la melatonina y hace que tarde más en dormir.

Levantarlo ante cualquier ruido: interrumpe el sueño activo que es normal y necesario.

Qué hacer si mi bebé duerme más de noche y casi nada de día

Hay bebés que han montado su propio horario: están muy activos de noche y quieren recuperar todo el sueño perdido durante el día.

Esto agota a los cuidadores y, con el vínculo tan fuerte que hay, es imposible que el bebé esté bien si sus padres están hechos polvo.

En estos casos está justificado intervenir con suavidad para ayudar a recolocar los horarios.

Limita cuánto duerme seguido durante el día

Si tu bebé ha tenido una noche muy mala, claro que puede y debe descansar de día, pero con ciertos límites.

Una estrategia es evitar que pase más de dos horas seguidas durmiendo durante el día, salvo indicación médica distinta.

Si ves que ya se pasó de ese tiempo, puedes despertarlo con cariño para ofrecerle alimento y algo de actividad.

Al aumentar las tomas y el tiempo despierto en el día, llegará a la noche con más sueño y menos hambre.

Este ajuste no suele tardar meses, muchas familias notan cambios en pocos días cuando mantienen el plan con constancia.

Ajusta el horario poco a poco despertándolo antes

Cuando el problema es que se duerme muy tarde y se despierta también muy tarde, lo más efectivo no es acostarlo antes a la fuerza.

Si intentas meterlo a la cama una hora antes cuando aún no tiene sueño, el dormitorio se convierte en un lugar de lucha, no de descanso.

En vez de eso, se recomienda ir despertándolo unos quince minutos antes cada mañana, durante varios días seguidos.

De esa forma, todo su ciclo se va desplazando: primera siesta antes, siguiente siesta antes y al final la hora de dormir también se adelanta.

Es un cambio gradual que respeta su necesidad total de horas de sueño y suele ser mucho más llevadero para toda la familia.

Regla importante:

No intentes que duerma antes acostándolo a la fuerza; haz que tenga sueño antes ajustando el día.

El sueño del bebé cambia por etapas y no es lineal

Algo que ayuda muchísimo a bajar la ansiedad es entender que el sueño es evolutivo, igual que el movimiento o el lenguaje.

Con el tiempo, los bebés van teniendo menos despertares y necesitan menos apoyos para dormir, pero ese camino no es en línea recta.

Hay momentos en que parecía que por fin dormía bien y, de repente, vuelven las noches movidas y las siestas cortas.

Es lo que se conoce como regresiones de sueño, que suelen coincidir con grandes avances del neurodesarrollo.

Por ejemplo, alrededor de los cuatro o cinco meses muchos bebés pasan por una etapa en la que su estructura de sueño cambia.

Necesitan aprender a enlazar distintos ciclos de sueño y por eso se despiertan más a menudo, tanto de día como de noche.

Más adelante, cuando empiezan a sentarse, gatear o caminar, también es normal que el sueño se altere por etapas.

No significa que hayas hecho algo mal, sino que su cerebro está trabajando muchísimo y eso se refleja en cómo duerme.

Tu papel en estos momentos es acompañar, mantener hábitos predecibles y asegurarte de que no se acumule un cansancio extremo.

Si ves señales de alarma como dificultad para respirar, fiebre alta persistente, cambios de color o un bebé excesivamente apagado, ahí sí conviene consultar con un profesional de salud sin esperar.

Pero en la mayoría de los casos, con ajustes en luz, horarios, ventanas de sueño y respuesta sensible a sus necesidades, poco a poco las siestas empiezan a durar más y el día se vuelve más llevadero.

No hay bebé que se quede eternamente en esta etapa; aunque hoy parezca imposible, el no dormir también pasa.

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Fabiola Valdez

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