Cómo estimular el desarrollo motor de mi bebé
Cuando ves a tu bebé mover sus manitas, intentar levantar la cabeza o hacer sus primeros intentos de giro, no son “cositas chiquitas”.
Son señales de que su sistema nervioso está madurando y de que su cuerpo y su cerebro empiezan a trabajar en equipo.
Por eso, más que angustiarte comparándolo con otros bebés, lo que realmente ayuda es entender qué esperar de cada etapa y cómo acompañarlo con juegos sencillos, constantes y llenos de cariño.
La idea no es obsesionarse con los hitos, sino aprender a leerlos como un mapa: te orientan, te avisan cuándo estimular un poco más y cuándo es momento de consultar a un profesional.
- ¿Por qué es tan importante el desarrollo motor en los primeros años?
- Hitos motores principales del primer año que debes vigilar
- Juegos y ejercicios para estimular el sostén de la cabeza y el tronco
- Cómo acompañar el arrastre, el gateo y otras formas de desplazamiento
- Desarrollo motor y exploración de los 9 a los 18 meses
- ¿Cuándo preocuparse y pedir ayuda si algo no va bien?
¿Por qué es tan importante el desarrollo motor en los primeros años?
Cuando se habla de “desarrollo”, muchos papás piensan solo en peso y talla, pero el desarrollo motor es tanto o más importante que el número en la báscula.
Un niño puede ser grande y gordito, pero si no gana fuerza, control y coordinación, tendrá más dificultades para explorar el mundo y aprender de él.
El desarrollo motor no va solo; camina de la mano con el lenguaje, la parte social y la parte emocional.
Cada vez que tu bebé rueda, se impulsa, se sienta o gatea, también está entrenando su atención, su curiosidad y su relación con el entorno.
Además, el movimiento le da información constante a su cerebro: dónde está su cuerpo, qué pasa si se inclina, qué siente al tocar el piso, cómo ajustar el equilibrio.
Por eso insistimos tanto en dejar al bebé en el suelo, en un tapete cómodo y seguro, y no vivir con él todo el tiempo cargado o en aparatos que lo inmovilizan.
Menos contención artificial y más oportunidad de moverse significa más posibilidades de que su neurodesarrollo avance de forma natural.
Y algo clave: el desarrollo motor tiene rangos, no fechas exactas.
Lo importante no es si se sienta a los cinco meses exactos, sino que progrese de manera continua y gane nuevas habilidades con el tiempo, sin perder las anteriores.
Hitos motores principales del primer año que debes vigilar
Para entender mejor cómo va tu bebé, ayuda mucho pensar en “bloques” de tiempo.
Muchas especialistas dividen el primer año en trimestres y observan qué va logrando en cada etapa, siempre con cierta flexibilidad.
Primer trimestre: sostén de la cabeza y primeros agarres
En los primeros tres meses, el gran objetivo es que el bebé logre un buen sostén de cabeza.
Eso significa que, al cargarlo, al levantarlo o al moverlo de posición, su cabecita ya no “baila” suelta todo el tiempo.
Entre el segundo y el cuarto mes se espera que vaya controlando cada vez mejor ese movimiento, hasta poder mantener la cabeza firme en distintas posiciones.
Al mismo tiempo, el bebé comienza a mover con más intención sus brazos y piernas, deja de estar tan “enrolladito” como recién nacido y empieza a estirarse.
Cerca de los tres meses aparece un agarre más voluntario: ya no solo cierra la mano por reflejo, sino que intenta tomar objetos que ve cerca.
Todo esto son señales de que su fuerza va de arriba hacia abajo: primero controla cabeza y cuello, luego tronco, después cadera y piernas.
Segundo trimestre: rodar y empezar a sentarse
Entre los tres y los seis meses empiezan cosas muy emocionantes.
El bebé intenta y, con práctica diaria, suele lograr el famoso rolado o “rodar”, primero de boca arriba a boca abajo y después al revés.
Este giro no es solo un truco simpático; le enseña a conocer el peso de su cuerpo, a usar el tronco y a apoyarse en sus brazos.
En este periodo también va ganando control de tronco.
Alrededor de los cinco a siete meses, muchos bebés ya se mantienen sentados con bastante estabilidad, primero con apoyo y luego cada vez más libres.
Es importante entender que no se trata de sentarlos “a fuerza” desde muy pequeños, sino de acompañar su proceso hasta que el tronco esté preparado.
Tercer trimestre: desplazarse y explorar el espacio
Del sexto al noveno mes llega el momento de moverse por el mundo.
Algunos bebés empiezan con un arrastre tipo “soldado”, otros se deslizan sentados y otros combinan varias formas.
Más adelante adoptan la posición de cuadrúpedo, apoyados en manos y rodillas, y desde ahí pueden gatear en diferentes estilos.
Hay niños que gatean de libro, otros sacan un banquito lateral, otros casi no doblan las rodillas.
Si el niño se desplaza de manera autónoma, coordinada y sin dolor, no es necesario obsesionarse con “corregir” el estilo.
En estos meses también practican ponerse de pie agarrados de muebles o de la cuna, lo que exige equilibrio, fuerza en piernas y mucho ensayo y error.
Juegos y ejercicios para estimular el sostén de la cabeza y el tronco
La estimulación no es una terapia rígida ni una clase de gimnasio para bebés.
Es, sobre todo, juego en el piso, todos los días, en ratos cortos y adaptados a la edad de tu hijo.
Ejercicios en el suelo desde el primer mes
Desde alrededor del mes de vida puedes empezar a usar un tapete firme pero acolchado, en un rincón tranquilo de la casa.
Acuesta al bebé boca arriba unos minutos, varias veces al día, y deja que se mueva libremente.
También puedes hacerlo pasar breves ratos boca abajo, siempre supervisado, para que fortalezca cuello, espalda y hombros.
Al inicio quizá se incomode, pero la idea es ir aumentando el tiempo poco a poco, siempre respetando sus señales.
Si llora mucho, lo levantas, lo calmas y vuelves a intentarlo más tarde, sin convertir el ejercicio en algo torturante.
🌟 Claves para que el juego en el suelo funcione
- Mantén el espacio seguro, sin objetos pequeños ni bordes peligrosos cerca.
- Usa ropa cómoda: menos capas, menos roce, más libertad de movimiento.
- Hazlo parte de la rutina diaria, no algo ocasional que se hace “cuando hay tiempo”.
- Habla, cántale y míralo a los ojos para que asocie el esfuerzo físico con vínculo y cariño.
Formas de cargarlo para que fortalezca la cabeza
A partir del mes, muchos bebés ya no toleran estar siempre “acostados en brazos” como recién nacidos.
Puedes aprovechar eso para cargarlos más erguidos, sobre tu pecho, de forma que tengan que sostener un poquito la cabeza.
También ayuda sostenerlo desde las axilas, con tu mano protegiendo el tronco, dejando que mueva la cabeza a los lados mientras mira el entorno.
Lo importante es encontrar el equilibrio entre cuidarlo y permitirle hacer cierto esfuerzo; si siempre lo llevas con la cabeza totalmente apoyada, sus músculos trabajan menos.
Ideas para practicar el rolado y el sentado
Cuando notes que el bebé empieza a intentar rodar, puedes ayudarle suavemente.
Por ejemplo, con unos tres meses, estira una pierna y cruza ligeramente la otra para invitar al giro de boca arriba a boca abajo.
Después, cuando ya lo haga con ayuda, lo irá repitiendo cada vez más solo hasta que sea automático.
Para estimular el sentado, primero lo puedes sostener de la cintura o con una muselina alrededor del pecho, dejándolo tambalear un poco hacia los lados y hacia adelante.
Esos pequeños desequilibrios activan los músculos del tronco y también reflejos de defensa, como apoyar las manos hacia adelante cuando siente que se va a caer.
Cómo acompañar el arrastre, el gateo y otras formas de desplazamiento
Cuando un bebé empieza a desplazarse, la casa se convierte en su territorio de exploración.
Tu papel no es enseñarle un “estilo perfecto”, sino ofrecerle un entorno seguro y estimulante para que experimente.
El valor del tiempo boca abajo
La postura boca abajo bien trabajada desde pequeño es una de las mejores inversiones para llegar al gateo.
En esta posición fortalece toda la musculatura de la espalda, los glúteos y los brazos, que luego le permitirá despegar el cuerpo del piso.
Puedes colocar juguetes atractivos a la altura de sus manos, de forma que tenga que apoyarse, empujarse y hacer pequeños desplazamientos para alcanzarlos.
Si no tolera nada la postura boca abajo a los ocho o nueve meses, aun con intentos progresivos, es una señal para comentarla con tu pediatra o fisioterapeuta.
Ayudar sin forzar el gateo
Hay bebés que gatean mucho tiempo y otros que casi no gatean y pasan directo a levantarse y caminar.
Mientras el niño logre desplazarse solo de forma estable, use ambos lados del cuerpo y explore el entorno, no es obligatorio que gatee “de libro”.
Lo que sí puedes hacer es ofrecerle un buen tapete, dejarlo sin medias para que sienta el agarre de sus pies y evitar superficies muy resbalosas.
A veces solo necesita que pongas un cojín bajo su pecho o que le des un punto de apoyo en los pies para impulsarse un poco hacia adelante.
También es clave respetar su autonomía.
Si ya encontró una forma eficiente y segura de desplazarse, exagerar la corrección puede generar frustración y hacer que relacione el movimiento con tensión en lugar de disfrute.
Desarrollo motor y exploración de los 9 a los 18 meses
A partir de los nueve meses tu bebé ya no es solo un observador.
Se convierte en un explorador activo que quiere tocar, subir, bajar, tirar, empujar y seguirte por toda la casa.
Caminar, correr y subir escaleras
Alrededor del año muchos niños empiezan a ponerse de pie sin tanta ayuda y a dar pasos apoyados en muebles o en tus manos.
Entre los nueve y los dieciocho meses es normal que se complete el proceso de caminar sin apoyo, cada quien a su ritmo.
Al principio caminan con piernas abiertas, brazos levantados y pasos inseguros, como pequeños equilibristas; poco a poco van afinando la postura.
Con el tiempo son capaces de agacharse a recoger un objeto en cuclillas y volver a levantarse sin caerse.
También les encanta subir y bajar escalones, empujar coches de muñecas, sillas o mesas ligeras, lo que les ayuda a medir distancias y a entender cómo se mueve su cuerpo en el espacio.
Coordinar manos, ojos y boca
En esta etapa se afina la coordinación ojo–mano.
El niño mira su mano, mira el objeto, calcula la distancia y ajusta el movimiento para agarrarlo con precisión.
Aparece la pinza fina, esa capacidad de sujetar cosas con la punta del pulgar y el índice, y disfruta meter y sacar objetos de cajas, cajones o recipientes.
También puede empezar a usar cubiertos de aprendizaje, llevarse la comida a la boca, beber de un vaso y comenzar a colaborar con el cepillado de dientes.
Juegos como construir torres de bloques y tirarlas, seguir el sonido de un juguete que suena en otro lado o garabatear en un papel grande en el suelo estimulan mucho su coordinación.
Es una etapa de ensayo, error y desorden: tiran cosas al suelo para ver qué pasa, cómo suena, cómo cae; es su forma de estudiar la causa y el efecto.
Regla:
No todo “desastre” es mala conducta. Muchas veces es ciencia en versión bebé.
En paralelo, el lenguaje se enriquece.
Empieza a decir palabras con significado, a señalar lo que quiere, a identificar partes de su cuerpo y a obedecer instrucciones simples combinadas con gestos.
Todo esto también forma parte del desarrollo motor porque requiere planificación, coordinación y mucha práctica diaria.
¿Cuándo preocuparse y pedir ayuda si algo no va bien?
Recordar que cada niño tiene su ritmo no significa dejar pasar señales que llaman la atención.
Hay ciertos puntos de alerta que conviene comentar con el pediatra o con una persona experta en neurodesarrollo.
Por ejemplo, si entre los tres y cuatro meses la cabeza del bebé sigue totalmente caída cuando lo levantas, sin ningún intento de sostén, es un motivo para revisar.
También si a los seis o siete meses no puede mantenerse sentado ni siquiera con apoyo, o si siempre se cae hacia los lados sin mostrar avances.
En torno a los nueve meses, es importante observar si se pasa objetos de una mano a otra, si intenta desplazarse de alguna forma y si reacciona cuando lo llamas por su nombre.
La ausencia total de balbuceo, de contacto visual o de interés por las personas cercanas también es algo que merece una valoración profesional.
Más adelante, si después del año y medio no hay intento de caminar o el niño parece perder habilidades que ya tenía, es mejor no esperar “a ver si se le pasa”.
Cuanto antes se identifique una dificultad, más fácil es acompañarla con terapia, juego dirigido y ajustes en el entorno.
Pedir ayuda no es exagerar; es una forma de cuidar a tiempo lo más valioso: el bienestar y la calidad de vida de tu hijo.
También es importante que tú te sientas escuchada.
Si algo en tu intuición te dice que “algo no encaja”, aunque los demás minimicen, vale la pena buscar una segunda opinión respetuosa que revise al bebé con calma.
Al final, estimular el desarrollo motor no va de fichas, tablas ni comparaciones en redes.
Va de tirarte al piso con tu bebé, mirar cómo descubre su cuerpo, celebrar cada pequeño avance y sostenerlo cuando algo cuesta un poco más.
Cuando entiendes qué está ocurriendo en cada etapa, dejas de vivir los hitos como exámenes que hay que “aprobar” y los ves como oportunidades para jugar, conectar y acompañar.
Y esa tranquilidad se nota: el bebé siente que no está siendo evaluado, sino acompañado, y tú disfrutas mucho más esta etapa que pasa rápido, pero deja huellas para toda la vida.
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