Cómo tu INFANCIA influye en tu forma de amar (ESTILOS de AMOR)

¿Alguna vez te has preguntado por qué reaccionas como reaccionas en pareja?Tal vez te has visto alejándote cuando alguien se acerca demasiado, o al revés, buscando señales constantes de amor porque temes que desaparezca.Nada de eso surge de la nada. Lo que vivimos de niños dejó huellas en la forma en que entendemos el amor.
Este artículo no pretende culpar a tus padres ni darte una etiqueta rígida. Lo que quiero es que te reconozcas, que entiendas de dónde vienen esos patrones emocionales que a veces te complican y, sobre todo, que descubras que puedes transformarlos.
Te voy a llevar paso a paso: primero veremos cómo se desarrolla la mente y el corazón de un niño, después exploraremos los estilos de amor más comunes, te daré un test sencillo para que identifiques el tuyo, y finalmente hablaremos de algo fundamental: sí puedes cambiar tu manera de amar siendo adulto.
¿Cómo funciona el desarrollo mental y emocional de los niños?
Imagina a un bebé recién nacido. No sabe hablar, no entiende palabras, pero su cuerpo reconoce cuando alguien lo abraza, cuando le responden al llanto o cuando lo dejan solo demasiado tiempo.
Cada uno de esos momentos se graba en su mente como un manual de amor que más tarde repetirá en la vida adulta.
Así funciona nuestro desarrollo emocional: aprendemos sobre cercanía y seguridad a través de la experiencia, no a través de teorías. Si el entorno es estable y cálido, el niño aprende que puede confiar.
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Si es impredecible o frío, aprenderá a protegerse, a esconder lo que siente o a depender en exceso de la aprobación de otros.
¿Cómo influye el comportamiento de los padres?
No se trata de perfección, sino de repetición. Cuando un papá o una mamá responde con ternura constante la mayor parte del tiempo, el niño entiende que sus emociones son válidas.
Pero si esas respuestas fueron confusas —a veces amor, a veces indiferencia—, el mensaje que se graba es: “no sé si puedo contar contigo”.
¿Te das cuenta? No fueron las palabras exactas, sino la manera de estar. Los niños aprenden de acciones más que de palabras.
Y lo que aprendiste, hoy se refleja en tu forma de relacionarte en pareja.
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Los estilos de amor que existen
De acuerdo con los terapeutas Milan y Kay Yerkovich, podemos identificar cinco estilos principales.
No significa que seas solo uno, pero seguro encontrarás un patrón dominante.
Vamos a verlos con calma, entendiendo qué pasó en la infancia, cómo se manifiesta en la adultez y por qué es importante reconocer tu estilo.
El estilo evasivo: protegerse alejándose
¿Eres de los que necesita espacio y silencio cuando las cosas se ponen intensas?
Ese es el estilo evasivo. Suele aparecer en personas que crecieron en casas donde mostrar emociones no era bien visto.
Tal vez aprendieron que “ser fuerte” significaba callar el dolor.
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En la adultez, valoran su independencia, pero les cuesta abrir el corazón. Prefieren protegerse alejándose antes que arriesgarse a ser heridos.
La buena noticia es que, al reconocerlo, pueden empezar a descubrir que pedir apoyo no los hace débiles.
El estilo indeciso: entre el deseo y el miedo
El indeciso es ese que anhela amor con todo el corazón, pero al mismo tiempo vive con miedo de perderlo. Creció con padres impredecibles: a veces atentos, a veces distantes.
Ese vaivén creó ansiedad emocional.
De adultos, suelen idealizar a su pareja al inicio, pero si algo falla, el miedo al abandono se dispara.
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Viven un ciclo de atracción y rechazo.
Lo que buscan es seguridad, pero lo que sienten es incertidumbre constante.
El estilo controlador: la seguridad depende del dominio
¿Alguna vez has sentido que, si no controlas, todo se desmorona? El controlador aprendió desde niño que nadie lo protegía lo suficiente.
Para sobrevivir, se armó con dureza y decidió que la mejor defensa era imponer su mando.
En pareja, pueden ser intensos, incluso dominantes. Usan la ira como escudo porque, en el fondo, sienten que si sueltan el control volverán a ser vulnerables otra vez.
Controlar es su forma de evitar el miedo.
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El estilo complaciente: buscar aprobación a cualquier costo
El complaciente aprendió muy temprano que ser “el niño bueno” era la única forma de ser aceptado. En vez de ser cuidado, él terminó cuidando a los adultos.
Y ese guion lo sigue de grande.
De adultos, ceden demasiado, se esfuerzan por no generar conflictos y viven con la sensación de que la felicidad de otros depende de ellos.
Su gran reto es aprender a decir no sin culpa y descubrir que poner límites también es amar.
El estilo víctima: sobrevivir cediendo
Cuando el hogar fue caótico o violento, muchos niños encontraron una sola estrategia: volverse invisibles. Obedecer, callar, desaparecer.
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Eso les dio cierta protección, pero también los marcó con miedo profundo.
Ya adultos, suelen tener baja autoestima y terminan en relaciones con personas controladoras.
Repiten la misma dinámica porque creen que no merecen más.
Identificar este patrón es clave para romperlo y recuperar la voz propia.
Test para descubrir tu forma de amar
Este test no es científico, pero sí te ayudará a conocerte mejor. Lee las frases y marca con honestidad las que sientas que te describen.
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Al final, fíjate cuál grupo tiene más respuestas y verás tu estilo predominante.
Si marcaste más en un grupo, ese es tu estilo más fuerte. Si hay empate, es normal: podemos mezclar varios patrones porque nuestra infancia fue compleja.
Lo importante es reconocer lo que más se repite en tu vida adulta.
¿Es posible cambiar mi forma de amar siendo adulto?
La respuesta es un rotundo sí. Aunque tu infancia haya dejado huellas, no está escrito que debas repetirlas siempre.
El cerebro sigue aprendiendo toda la vida, y tu corazón también puede hacerlo.
El cambio comienza al ponerle nombre a lo que te pasa. Decir “soy evasivo” o “soy complaciente” no es condenarte, es reconocerte primero.
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Y desde ahí, puedes empezar a moverte. Aquí algunos caminos posibles:
- Practica la autocompasión: no te juzgues por tus patrones, fueron tu forma de sobrevivir. Ahora puedes elegir nuevas respuestas.
- Habla en primera persona: en vez de decir “tú siempre…”, intenta decir “yo siento…”. Eso abre diálogos más sanos.
- Pequeños pasos: si eres evasivo, quédate un poco más en la conversación. Si eres complaciente, atrévete a decir un “no” pequeño. Cada paso suma.
- Busca apoyo: terapia, grupos de crecimiento, amistades que te ayuden a practicar vínculos seguros.
No es magia ni pasa en un día. Pero créeme: cada pequeño avance cambia la manera en que te relacionas, contigo y con los demás.
Tu manera de amar tiene raíces en tu historia, pero no estás condenado a repetir lo mismo siempre.
Reconocer tu estilo es el primer paso para transformarlo. Después, lo que viene es práctica, paciencia y un montón de autocompasión.
Si hoy te llevas una idea de este artículo, que sea esta: amar conscientemente es elegir no desde el miedo, sino desde la libertad.
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No se trata de convertirte en alguien perfecto, sino en alguien más honesto contigo y más abierto a construir relaciones seguras.
Recuerda: mereces vínculos donde puedas ser tú, con calma, verdad y reciprocidad. Y el camino empieza con el paso que decidas dar hoy.
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